Junio de 1816. La fragata la Alliance, de la Marina francesa, embarranca en un banco de arena ante las costas del Senegal. Al resultar inútiles los intentos para liberar el casco, no queda más remedio que abandonar la nave. Como los botes disponibles no son suficientes para acoger a todos los tripulantes, se construye una balsa de unos 12 metros de largo y 6 de ancho. Obligan a subir a 147 hombres: soldados, marineros, algún pasajero y unos pocos oficiales. El plan de evacuación de la nave prevé que los botes disponibles los remolquen hasta la orilla. Aún así, el pánico y la confusión se apoderan del convoy que intenta llegar a la costa. Por cobardía o ineptitud, los botes pierden contacto con la balsa. La soga que lo remolca se rompe, o alguien la corta. Los botes continúan acercándose a tierra, pero abandonan la balsa a su suerte. La corriente la arrastra y desaparece en el horizonte. Un horror que duró días. Un escenario en que se exhibieron la peor de las crueldades y la más dulce de las piedades.